Recientemente me he dado cuenta de que hay dos respuestas a la pregunta ‘¿qué tal todo?’
O bien decimos «bien bien, vamos tirando» (en cuyo caso no decimos nada más ni damos ninguna explicación), o bien decimos «fatal, vaya semana que he tenido, sobreviviendo… »
Lo más llamativo no son las respuestas en sí (ya que obviamente cada día o cada semana puede ser más o menos complicado/a). Lo más llamativo es el hecho de que si tu semana ha sido buena dirás que todo va bien, sin contar el porqué. Pero ¿qué hace que ésta semana sea buena y no las otras anteriores? ¿Por qué esta semana estás más contenta? Y lo más importante, ¿por qué nunca contamos esas razones? En cambio si ha ocurrido algo desagradable, ya tenemos mala semana para todos los días (aunque ese algo haya sido una discusión de 10 minutos el martes por la mañana).
Hablando en primera persona, he de decir que muchas veces cuando hablo de mi trabajo generalmente cuento cosas que no me han gustado. Malos momentos y situaciones que como mucho pueden sumar 20 días al año (suponiendo que cada uno de esos días fuera horroroso para mí). Sin embargo no cuento las cosas buenas de los otros 345 días, como cuando tu jefe te invita a un café, las bromas en grupo, o que por ser tu cumpleaños te reciban con un ramo de flores, una vela y varios regalos. No, esa parte no la solemos contar.
Incluso en cuanto a asertividad, puede ser que seas asertivo el 90% del tiempo, ok. Sin embargo, lo más importante es el otro 10% de aprendizaje. Todos estamos aprendiendo porque ¿qué son las dificultades sino un aprendizaje? ¿o es que todo el mundo nace sabiendo?
Esta semana nos quedamos con que contemos más lo bueno, que opinemos menos, que no somos el centro del universo, que no nos tomemos las cosas personalmente, que lo que juzgamos de los demás nos juzgamos a nosotros mismos y… con unos esquemas muy chulos que subiremos en breve…!
Porque ni tan tan, ni tan ton ton…
¡Vamos hablando!