¿Conoces la sensación de saber algo sin saber que lo sabes?
¿Has oído aquello de ‘sigue tu instinto, haz caso de tu intuición…’? ¿Por qué a veces sabemos la verdad en dos segundos?
La intuición sería como un relámpago que aparece en medio de la noche. Algo breve, que surge desde el inconsciente hacia el consciente. Siguiendo el símil con elementos de la naturaleza (hoy estamos muy verdes), como una ola que de repente nos moja, pero que la mayoría de las veces actuamos secándonos y olvidando que un momento antes estuvimos mojados. Apagamos esa voz, apagamos nuestra intuición.
Los demás a veces ven detalles nuestros, antes incluso que nosotros mismos. Cuando tu amigo te comenta, ¿pero no te has dado cuenta de esto? Por ejemplo, cuando te empieza a atraer una persona. Los demás se empiezan a dar cuenta y te lo dicen. Tú totalmente sorprendido, no habías sido consciente de ello, no le habías puesto una etiqueta a ese sentimiento, a esa sensación. La tenías, estaba presente, pero no sabías que estabas pillado por él/ella.
O incluso si es algo que no nos hace sentir bien, trabajo, amigos, pareja… siempre se suele ver antes desde fuera. Pero nosotros siempre recibimos pequeñas señales que nos indican algo.
¿Por qué las mejores decisiones suelen ser las más difíciles de explicar? No de tomar, sino de explicar. Decidimos algo y en un momento dado, no sabemos porqué, cambiamos de opinión. Algo no nos ha dado buena espina. Ya está.
Las decisiones adoptadas a toda prisa pueden ser tan buenas como las más prudentes y deliberadas.
¿Por qué algunos siguen su instinto y triunfan y otros son tan torpes una y otra vez y repiten y repiten las mismas cosas esperando resultados diferente…? Porque prestan atención a su intuición, a las señales que su cuerpo les da (nervios, sudores, cambios en la respiración, dermatitis provocadas por estrés…).
Pero muchos nos emperramos en que algo sea auténtico, aunque no sea así. Atrofiamos la voz de nuestra intuición y seguimos palante, como los de Alicante.
Sigamos la vida secreta de las decisiones instantáneas.
Estemos atentos a nuestra intuición, a esa vocecita que nos quiere decir algo. Si algo nos da mala espina, escuchemos a nuestro cuerpo. Si algo nos está incomodando, vayámonos de allí.
Hilemos fino, extraigamos los pocos factores que realmente importan, hagámonos cargo de esos dos primeros segundos. Estemos atentos a las señales que nos erizan el vello. Que nadie nos diga aquello de ‘¿y no notaste nada raro…?’
Hoy hemos hablado sobre el libro Inteligencia intuitiva, de Malcolm Gladwell.
¡Vamos hablando!